El observatorio de prensa y redes sociales de Migrantes en igualdad muestra hoy una noticia publicada en Algecirasalminuto.com siguiendo la Guía práctica para los profesionales de los medios de comunicación: tratamiento mediático de la inmigración publicada por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) y las recomendaciones del Colegio Oficial de Periodistas de Andalucía.
Analizamos la noticia siguiendo las recomendaciones del colegio y la citada guía. Señalamos con cada color las frases del reportaje que coinciden con alguna de las recomendaciones que hace el coelgio y que exponemos coloreadas a continuación:
- Evitar utilizar un lenguaje deshumanizador.
- Esforzarse en la precisión para evitar los prejuicios.
- Poner en contexto los movimientos migratorios
- Evitar describir a las personas migrantes con un mismo enfoque generalista.
- Potenciar las noticias positivas. Hablar de las vidas de las personas migrantes mostrándolos en contextos de inclusión.
España y Europa precisan de mano de obra extranjera para poder sostener su Estado de bienestar y atraer talento con el que competir en una economía global. La inmigración es cada día más necesaria, pero las fronteras siguen sin abrirse en una Europa envejecida.
La política económica migratoria de Europa es como una de esas puertas oscilantes que daban entrada a una cantina en las películas del Oeste: nunca se sabía quién iba a aparecer por la puerta. Así estamos.
Europa tiene una intención común, pero en la práctica 27 políticas nacionales distintas. Lo triste es que, quizá, por primera vez en la historia de la humanidad, lo que opinen los economistas es irrelevante.
Ahora incluso parece irrelevante hasta lo que opinen los políticos. A Boris Johnson lo votaron los ingleses por su delirio de mejorar el país cerrando las puertas a la inmigración. ¡Qué pobreza mental! Y en septiembre será sustituido por ser el político más impopular del Reino Unido.
Resulta casi imposible encontrar un experto de primer nivel que, en una sociedad como la española con una tasa de fertilidad (número de hijos por mujer) del 1,19 en 2020, no exclame: «¡Necesitan niños!». España, está claro, necesita la inmigración.
En España convivimos con siete millones de extranjeros (datos de la OCDE de 2020). El 15% de la población. Y el 52% mujeres. Según el INE, en España viven 775.000 ciudadanos marroquíes. Son, junto con rumanos (658.000), británicos (313.000) y colombianos (297.000) los extranjeros con más presencia en el país.
El INE calcula que se necesitan entre siete y ocho millones de inmigrantes en tres décadas para mantener la prosperidad actual, soportar el sistema de pensiones y cubrir aquellos puestos que los nacionales no quieren ocupar. En 2050 la población en edad de trabajar supondrá el 50% de los habitantes frente al 65% actual.
Emilio Ontiveros, de Analistas Financieros Internacionales (AFI), recientemente fallecido, decía que «aumentar la natalidad y atraer el talento joven deberían ser una prioridad estratégica española». Ya sean jóvenes de América Latina o África. Porque, sin ellos, la pirámide de la población española se desmoronará.
A los cinco años de la llegada de los inmigrantes a España -estima el catedrático de Economía de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), José García Montalvo, basándose en datos del FMI-, la riqueza aumenta un 1%, la productividad el 0,6% y el empleo de los nacionales no se ve en nada afectado.
En Reino Unido siguen con aquella máxima de «Niebla en el canal: el continente está aislado». Continúan ajenos y despreocupados, pero el analista de la consultora británica Oxford Analytica, Giles Alston, calcula que «el número de trabajadores de origen comunitario en las nóminas de las empresas británicas se redujo en unos 200.000 durante 2020». Y suma: «El Gobierno ha proporcionado muchos visados a los camioneros extranjeros para que trabajen en el Reino Unido. Sin embargo, bastantes no estaban interesados en venir porque temían ser expulsados nada más se normalizase la cadena de suministro. No se fían de las autoridades británicas».
El Brexit -según estimaciones oficiales- disminuirá la riqueza del país a largo plazo un 4%, cuando el coronavirus solo ha afectado en un 2%. Los británicos creen que lo resistirán. Sin embargo, el desastre se extiende. Carentes de inmigración, los expertos advierten que el Reino Unido y Europa podrían sufrir una crisis laboral jamás vista en las próximas tres décadas. La iridiscencia se contagia al igual que bombillas encendidas. Menos población, más envejecimiento, pocos niños.
Yanis Varoufakis denomina a esta estrategia, que se adentra en un callejón oscuro y tapiado, el «gran cierre». «Con la escasez de mano de obra en un momento en el que la inflación, por el empuje de los costes, resulta el mayor riesgo al que se enfrenta Europa, lo obvio que se debería haber hecho -para buscar mayor crecimiento con menor inflación- es abrir las fronteras. Pero, los gobernantes olfatean el aire y solo huelen la xenofobia generalizada».
«El Brexit se ganó difundiendo el miedo al extranjero. Macron pretende seguir gobernando robando votos a la derecha abiertamente racista, y en Alemania, tras Merkel, nadie en el poder quiere heredar la ira de los criptoxenófobos (odio a los emigrantes griegos, españoles, italianos…) que se alzaron contra la tímida apertura de la canciller en 2015. En cuanto a Europa del Este, el triunfo de la derecha va de la mano de un racismo institucionalizado».
Lo fácil sería escribir que existe un cambio de patrones demográficos tras la pandemia, pero la transformación llega tarde y detrás de la geografía. Poco a poco, surge una «Europa vaciada». Unos dos millones de polacos -el 5% de la población, según The Economist- habitan en Europa pero fuera de sus fronteras. Generalmente los más preparados.
El miedo al otro es la piedra que erige los monumentos antiguos y modernos de Roma. «El problema en Italia es que tenemos dos grandes partidos, que podrían gobernar después de las elecciones de 2023, es decir, Lega y Fratelli d’Italia, que basan su política en declaraciones en contra de la migración», avisa Michele Raitano, profesor de Economía en la Universidad de la Sapienza en Roma.
En el mar se alza una luna de oblea llena de rostros desaparecidos para siempre. Esos desaparecidos eran los médicos, enfermeros o abogados, que venían para estudiar, trabajar y participar de nuestro futuro. Necesitamos a estas personas como agua de mayo, pero también una migración mental de esa gente a la que le aterra tanto la diversidad y la diferencia. Y no hablo de derechos humanos, ni de la dignidad ni la libertad de las personas, ni siquiera de hacer un mundo mejor, sino de simple y pura Economía.
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