El sufrimiento de toda persona migrante

Ago 18, 2022 | Tienes un minuto | 0 Comentarios

La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) cifraba en 281 millones las personas que en 2020 migraron en todo el mundo. Hay personas que emigran porque es su deseo, pero no siempre es éste el caso. Muchas otras personas también lo hacen porque se ven forzadas a ello. La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) informaba de que a finales de 2021 había 89,3 millones de personas desplazadas en el mundo a causa de los conflictos bélicos, la violencia, las violaciones de los derechos humanos y los desastres naturales.

Elijas emigrar, o no, las circunstancias a la llegada al país de destino pueden ser muy diversas y convertir tu estancia en él en una pesadilla. Esto puede repercutir negativamente en la salud mental de la persona migrante. Muchas de ellas viven situaciones muy complicadas y presentan un cuadro psicológico reactivo de estrés muy intenso, crónico y múltiple. El psiquiatra Joseba Achotegui le puso el nombre de síndrome de Ulises a estos síntomas. No está considerado una enfermedad, pero sitúa a la persona migrante que lo padece en la frontera entre el trastorno y la salud mental.

La palabra duelo solemos asociarla en nuestra vida cotidiana al sentimiento tras la muerte de un ser querido. Los psicólogos lo relacionan con cualquier tipo de pérdida que tenga el ser humano, ya sea por dejar un trabajo, o por la separación de una pareja. Cada vez que sufrimos una pérdida nuestro cerebro y nuestro cuerpo tienen que acostumbrarse a vivir sin eso que teníamos y experimentar un proceso de adaptación a esa nueva situación en la que nos encontramos. Es decir, debemos elaborar un duelo.

Achotegui habla de siete clases de pérdida cuando se refiere al duelo migratorio. La más destacada es la de perder a nuestra familia y seres queridos. A ésta se suma la del estatus social en el país de origen, que se pierde al llegar al país de destino. Si, además, sufre incidentes racistas en el mismo, puede convertirse en una seria dificultad. Con los riesgos para la integridad social que ello conlleva. Encontramos también la pérdida de la propia tierra. Por ejemplo, si viene de un clima muy seco a uno muy lluvioso, la persona migrante puede extrañar dicha característica de su tierra natal. Encontramos también la pérdida del idioma, que se puede convertir en una auténtica barrera para, por ejemplo, hacer un trámite burocrático o mandar una simple carta.

Achotegui señala también la pérdida de los códigos culturales. Pueden ser aquellas cosas propias de nuestra cultura que no solemos tener tan en cuenta, pero que son realmente importantes para nosotros. Ejemplos pueden ser la comida propia del país de origen, o la forma de saludarse en la calle allí. Asociado con esto estaría la pérdida de contacto con el grupo de pertenencia, con aquellas/os con quienes podemos hablar en los mismos códigos.

El síndrome de Ulises se produce cuando, además de tener que pasar por estos siete duelos normales, una persona migrante lo hace en unas condiciones difíciles que generan estrés. La aparición de este síndrome va a depender en gran medida de las condiciones en las que se llegue al país al que se emigra: Tener, o no, un techo o la comida asegurada, el estatus regular o irregular en el país, tener trabajo asegurado o no, o contar con la presencia o sufrir la ausencia de otras personas de su país de origen en la sociedad de destino…

¿Qué podemos hacer las/os demás por quienes sufren el síndrome de Ulises?

  • Permitir que se expresen libremente y que puedan hablar de qué les pasa y cómo se sienten.
  • No realizar comentarios que minimicen su sufrimiento.
  • No generar falsas esperanzas.
  • Evitar frases como “todo saldrá bien” o “esto es algo pasajero ya se te irá pasando”.
  • Acercarse a ellos con respeto, ya que son personas que están pasando por muchas dificultades.
  • Respetar su cultura, sus costumbres y su forma de vida.

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